Las historias transcurridas en hospitales psiquiátricos son uno de los grandes filones que el cine ha encontrado para alimentar el cine de terror o de suspense. Quizás por influencia del cine, nos los imaginamos como lugares inhóspitos, tétricos, llenos de secretos, y circundados de leyendas urbanas. Y es que, a decir verdad, alrededor de algunos de ellos existen historias macabras que podrían quitar el sueño al más valiente. ¿Realidad o ficción? Cada uno creerá lo que quiera, y tampoco tiene que ser diferente. En resumidas cuentas, son sitios que “molan”. Y todavía gusta más visitarlos desde la seguridad de una sala de cine o la del sofá que ofrece el mundo del cine. Aún más si la historia es un thriller de buena ambientación y si al frente hay alguien del caché de Martin Scorsese, como es el caso de ésta “Shutter Island”.
Como si de un serial pulp de los años 50 se tratara, “Shutter Island” empieza con dos detectives privados llegando en barco a una isla donde reside un centro psiquiátrico llamado Ashecliffe. Una mujer ha desaparecido. Encontrar respuestas al misterio será el principal objetivo de los detectives Teddy Daniels (Leonardo Dicaprio) y Chuck Aule (Mark Ruffalo). ¿Qué encontrarán en el camino? Un montón de misterios, pacientes mal rolleros que quieren, pero no se atreven a hablar, y algunos doctores que parecen esconder muchos secretos. Junto a esto, un edificio psiquiátrico asediado por males temporales por doquier, y con una decoración deteriorada que solo conseguirá provocar situaciones de lo más terroríficas.
En el laberinto de la locura
Puede que lo más singular de esta película sea que se trata de un título diferente a lo que Scorsese nos tiene acostumbrados. Aunque a fecha de publicación de esta entrada ya ha realizado films tan particulares como “Silencio”, “El lobo de Wall Street” o “La invención de Hugo”; demostrando que tiene algo más de registro de lo que se le podría suponer; lo más destacable de ésta “Shutter Island” es el tono tan pulp de su premisa.
Lo que empieza como una simple investigación terminará convirtiéndose en un laberinto psicológico que pondrá a prueba la cordura de los mimos protagonistas, y quien sabe si también la del propio espectador, quien no será raro si, en más de una ocasión, se queda embobado preguntándose que narices está sucediendo en ese momento.
Si a todo esto le añadimos unas interpretaciones muy creíbles, especialmente del dúo protagonista Leonardo Dicaprio y Mark Ruffalo, y un estupendísimo sentido de puesta en escena de Scorsese -poco sorprendente, por otra parte, considerando de quien se trata-, nos queda una propuesta de lo más recomendable.